lunes, 29 de marzo de 2010

Cortesía

Manuel Vázquez Portal y Emilio Estefan, un día antes de la marcha a favor de las Damas de Blanco en Miami.
Foto: Cortesía de Tomasito Regalado,Jr.

Marchan en Los Angeles por otros ángeles







Y en Nueva York
Y en Madrid

viernes, 26 de marzo de 2010

Palomas libres con gladiolos

Al menos una veintena de Damas de Blanco marcharon el jueves desde Centro Habana hasta el Malecón Habanero donde liberaron una cantidad similar de palomas blancas como símbolo de la paz.

La nueva marcha de las Damas de los Gladiolos se produjo al mismo tiempo que miles de personas de varias nacionalidades se concentraban en Miami en solidaridad con este grupo de familiares de presos políticos.
Las Damas de blanco caminaron al grito de libertad desde la casa de Laura Pollán en el barrio de Centro Habana hasta el Malecón, frente al Hotel Nacional, vestidas de blanco y con un gladiolo en mano ante la presencia de varios centenares de de presuntos simpatizantes del gobierno que les insultaron y gritaron groserías y consignas pasadas de moda.

Obama se pronuncia en el momento adecuado

Tougher on Cuba: President Obama speaks up at the right time.

The Washington Post, Friday, March 26, 2010; A24

PRESIDENT OBAMA issued a statement Wednesday that forthrightly described what has become of his effort to reach out to the Castro regime in Cuba. "Instead of embracing an opportunity to enter a new era," he said, "Cuban authorities continue to respond to the aspirations of the Cuban people with a clenched fist”.
It was a good moment for the president to speak out. Cubans have been stirred, and the regime has been rattled, by a new movement of hunger strikers. On Feb. 23, the imprisoned Afro-Cuban dissident Orlando Zapata Tamayo died after refusing food for 83 days. The next day, opposition activist Guillermo Fariñas began a strike, demanding relief for 26 political prisoners needing medical attention. He is now reportedly in a hospital near his home in the central Cuba town of Santa Clara and is being fed intravenously. If he dies, other dissidents are ready to replace him.
The response of Raúl and Fidel Castro to the strikers and the international protests they prompted has been uncompromising. They refused to prevent Mr. Zapata's death; last week, a protest in Havana by the Ladies in White, a group of relatives of political prisoners that includes Mr. Zapata's mother, was violently broken up by police and pro-regime thugs.
Mr. Obama noted that he had sought "a new era in relations between the governments of the United States and Cuba”. Though he didn't renounce that goal, he said, "Today I join my voice with brave individuals across Cuba and a growing chorus around the world in calling for an end to the repression, for the immediate, unconditional release of all political prisoners in Cuba, and for respect for the basic rights of the Cuban people”.
Those were the right words; what remains to be seen is whether -- and when -- the administration will follow up on them. Last year the State Department effectively froze $40 million appropriated by Congress to support democracy in Cuba while conducting a review of programs launched by the Bush administration. In official and unofficial contacts, the Castros have been demanding the end of the programs, which have channeled aid to the families of dissidents and provided training and equipment -- including cellphones, laptops and Internet connections -- to civil society groups. An American contractor working in that effort, Alan P. Gross, was arrested by Cuba in December and has been imprisoned -- some would say held hostage -- ever since.
After some sharp questioning by congressional Republicans, the State Department notified Congress this month of its plans to spend $20 million of the money; officials say the programs have been revised so that more is spent on social and civil society groups inside Cuba, and less on political operations outside of the country. That sounds reasonable -- but now Senate Foreign Relations Committee Chairman John F. Kerry (D-Mass.) has placed his own hold on the funding. A spokesman says he has "a list of questions on the policies, purposes, costs, benefits and modalities of the programs" and that the "review will not be prolonged”. We hope that's the case: This is the wrong time for the United States to be holding up support for Cuba's courageous dissidents.

Traducción:

Más exigente con Cuba: el presidente Obama se pronuncia en el momento adecuado

Editorial, The Washington Post, viernes 26 de marzo 2010

El Presidente Obama emitió el miércoles una declaración en la que describe con franqueza el destino de su esfuerzo para tender una rama de olivo al régimen de los hermanos Castro en Cuba. "En lugar de acoger la oportunidad de entrar en una nueva era"—dijo Obama-- "las autoridades cubanas siguen respondiendo con el puño cerrado a las aspiraciones de su pueblo”.
Fue un buen momento para que el presidente se pronunciara. Los cubanos han sido desperezados, y el régimen, sacudido, por un nuevo movimiento de huelgas de hambre. El 23 de febrero, el encarcelado disidente afrocubano Orlando Zapata Tamayo falleció después de rechazar alimentos durante 83 días. Al día siguiente, el activista opositor Guillermo Fariñas inició su propia huelga de hambre, exigiendo se mejore la situación de 26 presos políticos que necesitan atención médica. Ahora Fariñas se encuentra al parecer en un hospital cerca de su domicilio en la central ciudad de Santa Clara, donde es alimentado por vía intravenosa. Si muere, otros disidentes están listos para reemplazarlo.
La respuesta de Raúl y Fidel Castro a los huelguistas, y a las protestas internacionales que han motivado, ha sido no ceder. Rehusaron impedir la muerte de Zapata; la semana pasada, una protesta en La Habana de las Damas de Blanco, un grupo de familiares de presos políticos que incluye a la madre de Zapata, fue violentamente disuelta por la policía y turbas de seguidores del régimen.
Obama recordó que él había propiciado "una nueva era en las relaciones entre los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba”. Sin renunciar a ese objetivo, dijo, "Hoy sumo mi voz a los valientes en toda Cuba, y a un coro cada vez mayor en todo el mundo, para pedir el cese de la represión, la inmediata e incondicional liberación de todos los presos políticos en Cuba, y el respeto de los derechos fundamentales del pueblo cubano".
Fueron palabras adecuadas; lo que queda por ver es si -- y cuando- - la administración las llevará a la práctica. El año pasado el Departamento de Estado congeló virtualmente 40 millones dólares asignados por el Congreso para apoyar la democracia en Cuba, al tiempo que emprendía una revisión de los programas implementados por la administración Bush. En contactos oficiales y no oficiales, los Castro han estado exigiendo la cancelación de los programas, que han canalizado ayuda a los familiares de los disidentes y proporcionado capacitación y equipos -- incluyendo teléfonos móviles, computadoras portátiles y conexiones a Internet-- a grupos de la sociedad civil cubana. Un contratista estadounidense comprometido con ese esfuerzo, Alan P. Gross, fue detenido por las autoridades cubanas en diciembre y ha permanecido encarcelado -- algunos dirían secuestrado-- desde entonces.
Después de algunas agresivas preguntas formuladas por los congresistas republicanos, el Departamento de Estado notificó al Congreso este mes acerca de sus planes para invertir 20 millones de dólares de esos fondos. La administración dice que los programas han sido revisados de manera que se gaste más en grupos de la sociedad civil dentro de Cuba, y menos en operaciones políticas fuera del país. Eso parece razonable, pero ahora el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, John F. Kerry (demócrata por Massachusetts) ha puesto su propia retranca al financiamiento. Un portavoz de Kerry dice que éste tiene "una lista de preguntas sobre las políticas, los objetivos, los costos, los beneficios y las modalidades de los programas", pero que "la revisión no se extenderá mucho”. Esperamos que así sea: Este no es el momento adecuado para que Estados Unidos esté reteniendo su apoyo a los valientes disidentes cubanos.

El blog agradece la traducción de Rolando Cartaya

Sin palabras, la marcha en Miami



martes, 23 de marzo de 2010

Convocatoria solidaria

Gloria y Emilio Estefan, junto a la delegación de las Damas de Blanco en Estados Unidos, han convocado este martes a una marcha multitudinaria por la célebre calle 8 de la Pequeña Habana, en Miami, que se realizará el jueves 25 de marzo para apoyar a las Damas de Blanco que luchan en Cuba por la libertad de sus familares presos.

La artista cubanoamericana Gloria Estefan aseguró a la prensa que no se trataba de una convocatoria política sino humana: la de una mujer apoyando a otras que sufren y luchan por la libertad de sus seres queridos, enfatizó.

Emilio Estefan señaló que se convocaba a todas las oganizaciones y al pueblo en general para una marcha pacífica y en silencio a la que las personas deben asistir vestidas de blanco y con una flor del mismo color.

El salsero Willy Chirino explicó que invitaba a todos los artistas y amigos a que los acompañaran en esta manifestación que se produce luego de haber sufrido las imágenes de los atropello de las autoridades cubanas contra las dignas damas de los gladiolos.
Albita Rodríguez añadió que aún cuando la caminata no tiene color político si lleva la asiedad por una libertad que se espera desde hace mucho y por la que las Damas de Blanco batallan cada día desde hace siete.

Loyda

La Navidad de 2003 nos acercó más. Los festejos cobraban una significación especial para nosotras. Recordábamos con nostalgia, detalles de años pasados, cuando celebrábamos en el seno de la familia la alegría del nacimiento de Jesús.

La tarde del 24 de diciembre nos reunimos en casa de Laura Pollán para compartir una sobria cena, anécdotas personales de las cárceles que visitábamos y también dolores y memorias. Esa tarde lloramos oyendo a Loyda Valdés recitar una poesía que había compuesto para su esposo Alfredo Felipe Fuentes, condenado a 26 años de prisión por ser opositor pacífico al gobierno de Fidel Castro:

…Me han quitado este diciembre
mi árbol de navidad
el humo de Nochebuena
mi traje de festejar
el beso de fin de año
mi beso de comenzar
el rey mago de mis sueños
y mi gran felicidad…

Loyda vive en Artemisa, pequeño pueblo al sur de La Habana, pero a menudo recorre los 60 kilómetros de distancia hasta la capital, para unirse a las marchas y reuniones de las Damas de Blanco.
Cuando se incorporó a nuestro grupo ya hacía algunos meses que las mujeres de los presos caminábamos cada domingo por el Paseo de la 5ª Avenida, hacíamos denuncias a la prensa extranjera, nos entrevistábamos con diplomáticos acreditados en Cuba, escribíamos cartas a instancias gubernamentales y a políticos y otras personalidades del mundo. Ella transitó un camino diferente.
Cuando Alfredo -su esposo- fue condenado, ella tuvo la idea de recoger firmas entre la población para que indultaran a los presos de conciencia de 2003; algo semejante al Proyecto Varela, que se apoyaba en la propia constitución socialista. Para llevar a la práctica su propósito sin salirse de los rígidos marcos permitidos por la legislatura cubana, le escribió una carta al Bufete Colectivo de su pueblo pidiéndole asesoramiento jurídico. La respuesta tardó 2 meses pero llegó y no de la instancia municipal a la que había solicitado consejo, sino del Bufete Colectivo de la Provincia de La Habana, que le respondió tajantemente que no había asesoramiento legal ninguno para ese tipo de proyectos.
Ya durante el proceso de instrucción de su esposo en Villa Marista, había escuchado rumores de “las esposas de los 75”, que se habían unido para protestar contra la arbitrariedad cometida por el gobierno y después de recibir esta respuesta, se encaminó un domingo a la Iglesia de Santa Rita, donde se unió al grupo que, posteriormente, sería conocido como Damas de Blanco.
Un día, como frecuentemente sucede a los opositores en Cuba, se presentaron en su casa varios representantes del partido comunista, los Comité de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas para conminarla a que no participara en las actividades del grupo, porque esto le podría traer serias consecuencias a ella y a su esposo. Me cuenta Loyda que los escuchó cortésmente y luego los despidió sin hablar.
Al otro día, se presentó en la sede de la Seguridad del Estado de su ciudad y pidió hablar con el jefe de la unidad. Cuando lo tuvo enfrente, le dijo: “Vine a que me arresten. Mañana las Damas de Blanco tenemos caminata, y únicamente encarcelándome, podrán lograr que yo no asista”.
Ya hace más de 6 años que los condenados de la Primavera Negra extinguen sus largas penas. Loyda sigue asistiendo a las reuniones y marchas de protesta de las Damas de Blanco. Atiende a su hija enferma, a su anciana madre y a su marido preso, escribe cartas a representantes del gobierno y también compone, de vez en cuando algún poema. Le gusta decir que ella es sólo una amante esposa que defiende su hogar.
El 19 de diciembre de 2007 solicitó al tribunal supremo de la República una revisión de la causa de Alfredo Felipe, usando el derecho que tiene todo encausado a que su condena sea reconsiderada. Hasta ahora no ha recibido contestación, pero ya no se asombra de que el sólo hecho de no dar una respuesta, viola la constitución y los derechos civiles de su esposo y de ella misma. La ley cubana plantea que el tribunal está obligado a responder en 90 días si atenderá o no la solicitud. Loyda espera.

lunes, 22 de marzo de 2010

Somos inderrotables, contra el amor todo mal se estrella

Manuel estaba en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba, a casi 900 kilómetros de nuestro hogar en la Habana. Nuestro hijo Gabriel le echaba mucho de menos. Ellos acostumbraban jugar todas las tardes. Practicaban el béisbol, el balompié o se iban a nadar a la costa, de donde vivíamos muy cerca. Para Gabriel la separación fue muy dolorosa. Manuel no sólo era su padre, era también su amigo. En los minutos que le daban para que habláramos por teléfono se lo conté. Entonces Manuel le escribió esta carta al niño:

Cárcel de Boniato, 22 de abril de 2004.


Sr: Gabriel Vázquez Huerga
Hijo:
¿De dónde te salen esos versos, desgarrados y desgarradores, que me enviaste? ¿Será verdad que la poesía tiene como manantial el dolor? ¿Qué no diera yo porque fueras un poeta sin los halos conque adornan al alma las tristezas? Pero "el amor, Gabriel, es dulce y espinoso" y la poesía es, sobre todo, amor. Pero no estés triste. La tristeza es una enfermedad que padecen los débiles. Mira, te transcribo unos versos que el poeta español Miguel Hernández le escribió a su hijo cuando él -el poeta- estaba preso en una cárcel franquista.


Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca


Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras,
rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.


Desperté de ser niño,
nunca despiertes.
Triste llevo la boca,
ríete siempre.


Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
No te derrumbes,
no sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Eso también quiero de ti y para ti. Juega, ríete, estudia mucho. Los libros son el mejor bálsamo para las heridas, la sabiduría que alcances en ellos te hará bello y fuerte, probo y justo. Yo no estoy triste, porque te tengo, y tengo a esa bondad y reciedumbre que es tu mamá. Somos inderrotables, contra el amor todo mal se estrella. No estés triste. Escribe, como has hecho con esos versos que ¡ya quisiera yo haberlos escrito a los diez años de edad! Pero no estés triste, que tu poesía sea como un dulce látigo cayendo sobre el lomo fiero de quien te provoque el dolor, y como una caricia a los oídos de quien te ama. La poesía es tralla y flor. Ojalá sólo tengas que usarla como flor, por ello lucharé sin cansancio.
Decirte qué me parecieron tus versos sería una tontería. Esos versos son hijos de tu dolor, nietos de los míos, son bellos, inmejorables, por lo menos, a los ojos de este abuelo que te vio, como padre, balbucir las primeras palabras, y ahora escucha a los nietos, dados por el hijo poeta, a un abuelo chocho. Sueña y escribe. ¡Qué dichoso eres, a los diez años ya tienes novia, versos y dolores!
Te ama
Papá.

Hoy, releyendo la carta, como alguna vez hice en los Tés literarios en casa de Laura, decidí dedicarles el poema de Miguel Hernández, cantado por Joan Manuel Serrat, a todos los hijos y nietos de los presos políticos cubanos, especialmente de los 53 que del Grupo de los 75 aún permanecen en las cárceles.




Un poco de historia

La turba contra las Damas

sábado, 20 de marzo de 2010

Laura

Para caracterizar a Laura Pollán he querido entregarles primero esta crónica publicada por Manuel Vázquez Portal el 9 de julio de 2001 en http://www.cubanet.org/ . Después les contaré cómo la conocí, cómo nos hicimos amigas, cómo nos iniciamos en las Damas de Blanco.

Conozco la Bondad

Está más que dicho que en las épocas de crisis no son precisamente las virtudes las que florecen. La gente se despelleja por una papa, crecen las fullerías y las miserias, engorda el egoísmo. Sin embargo, después de más de cuarenta años de crisis, en Cuba existe la bondad. Yo la conocí personalmente. Y se llama Laura.
Mi amigo Miguel Ángel Ponce está enfermo. Sus viejos pulmones de fumador empedernido se le han convertido en una pesadilla. El vive sólo en un solar de la calle Mercaderes, en la Habana Vieja. El mucho dinero que valen los cuadros de su padre, uno de los más altos exponentes de la vanguardia plástica cubana, el pintor Fidelio Ponce de León, no está en sus manos ni en sus bolsillos. Su madre no está para besarle la frente cuando en las tardes él arde de fiebre. Sus amantes, hembras y varones, con la edad han desaparecido.
Pero Poncito, con alma de jardinero paciente, ha cultivado, desde siempre, la amistad. No está sólo. A su cama de enfermo llegan sonrisas y mimos, chistes y libros, correos y saludos. Si algo lo molesta es no poder zapatear la Habana como acostumbra.
Y entra Laura en escena. Ella no permitió que la soledad lo acogotara. Lo llevó a su casa de la calle Neptuno y allí lo atiende como al niño que sigue siendo Poncito aún después de "tantos palos que le dio la vida".
Laura es pequeñita y hacendosa. Tiene en los ojos la claridad de todas las auroras. En sus manos lleva el alivio para muchos males, conoce los conjuros para alegrar el corazón y sabe las plegarias para que el plato magro tenga sabor a gloria. Nunca la he visto triste. Va "de su corazón a sus asuntos" con la levedad del ángel y la fuerza del dragón. Nada la derrota. Es pétalo y espada. Yo la he visto buscar los alimentos con la fortaleza del cazador antiguo y luego, como a un bebé pequeño, ponerlos en la boca de Poncito.
No sé si merezca elogios o unción esta mujer. Pero lo que si sé es que en mi corazón ella misma se erigió un altar. Allí vivirá sin que siquiera Héctor Maseda, su esposo merecedor de ella, pueda bajármela nunca. Laura se tornó inefable. Lástima que yo no sea Petrarca ni estos tiempos sean los de la Italia medieval y pueda yo escribir un soneto que la inmortalice y marque el renacer de tiempos venideros mucho más bondadosos.

viernes, 19 de marzo de 2010

Maritza


Antes de los sucesos de la Primavera Negra yo era una sencilla ama de casa cuya única aspiración era atender y hacer feliz a mi familia. Ninguna idea altruista me movía, ni siquiera patriótica y hasta mortificaba a mi esposo por haberse enrolado en la prensa independiente que tanta zozobra nos había traído. Cada día de mi vida lo despedía con un beso y lo seguía con la mirada hasta que su figura se perdía en el recodo del camino, y entonces temerosa, le rogaba a Dios que lo protegiera porque ya no podía hacerlo yo.

El 19 de marzo de 2003 lo detuvieron. Fue un día inolvidable para mí, porque, sola, sentada en un sillón, con mi niño dormido entre los brazos, juré que también yo pondría mi granito de arena en la lucha contra la dictadura que afligía a nuestro pueblo.
Cuando comencé a asistir a la misa de la Iglesia de Santa Rita de Casia y a caminar en silencio por el Paseo de la 5ª Avenida en protesta por el encarcelamiento de nuestros seres queridos, ya desde 1991 otro grupo de mujeres iban a la parroquia con el mismo fin, el Comité de Madres Leonor Pérez.
De ahí conocí a Maritza Castro Martínez, que había pertenecido al movimiento opositor ecologista NATURPAZ y hacía varios años militaba en esta organización de atención a los presos políticos. Ella dice que aunque no tiene vínculos de consanguinidad con ninguno, muchos de los hombres que están en prisión son sus hermanos, por tanto lo que hace no es más que cumplir con su deber.
El gobierno cubano a través de sus fuerzas represivas, viene usando diferentes métodos de hostigamiento e intimidación contra las Damas de Blanco, especialmente con las que no tienen familiares presos. Estos van desde amenazas directas contra su persona hasta el acoso y perjuicio a lo que más ama una mujer: sus hijos.
Maritza ha perdido la cuenta de las veces en las que la seguridad del estado la ha citado ha estaciones de policía para levantarle actas de advertencia y amedrentarla con chantajes contra sus familiares y vecinos.
En la víspera de los homenajes del 6º aniversario de la Ola Represiva de 2003, miembros de la policía política convocaron a una entrevista obligatoria a su hijo, donde lo conminaron a lograr que su madre dejara de asistir a las actividades de las Damas de Blanco. Dice Maritza: “Como no lograron su objetivo, vinieron a la casa y se lo llevaron esposado como un delincuente. Cuando fui a la Unidad de la PNR para averiguar por él, me dijeron que estaba bajo investigación por robo con fuerza y agravantes. Yo, cuando oí tal patraña me les reí en la cara, porque conozco a mis hijos. Me fui para mi casa y escribí con carbón en dos sábanas blancas pidiendo la libertad de todos los prisioneros políticos y de mi hijo porque también él era inocente. Las coloqué en la pared externa de mi casa. Confeccioné más de cien proclamas pidiendo lo mismo y las lancé a la calle. Al instante el tráfico se paralizó, los trabajadores de una fábrica que está enclavada en los alrededores de mi vivienda salieron a observar lo que estaba pasando, los vecinos me apoyaron y yo, contándole a todos por qué habían prendido a mi hijo, porque yo lucho, porque rezo a la virgen para que liberen a hombres que están presos por pensar.”
Un fuerte operativo policial fue desplegado, pero como la casa estaba rodeada de personas que contemplaban atónitas lo que estaba pasando, no se atrevieron a usar la fuerza. Ninguno de los que la escuchaba la agredió, nadie le dijo mercenaria. Los oficiales de la Sección 21 que habían acudido al llamado de algún delator que no quiso dar la cara, trataron de tranquilizar a la mujer, pero ésta les gritó que soltaran a su hijo y que se la llevaran a ella y que la juzgaran por defender los derechos humanos. Al otro día liberaron al muchacho, pero los represores fueron al Asilo de Santovenia donde laboraba de voluntaria Maritza e instruyeron a los directivos para que no se le permitiera en lo adelante, porque es una contrarrevolucionaria.

Iraida

De Iraida Soledad Rivas Verdecia se puede decir, parafraseando a Quevedo, “érase una mujer a un nebulizador, pegada”, pues su asma es tan severa que casi a diario tiene que recurrir a este aparato o a la inyección intravenosa para controlar el problema respiratorio que padece. No es raro encontrarse con ella en la Iglesia de Santa Rita o en otra reunión de las Damas de Blanco con una cánula hincada en su brazo.

Todos en su casa llevan muchos años militando en la oposición pública. Por eso el 18 de marzo de 2003, cuando la Seguridad del Estado arrestó a su esposo Roberto de Miranda, presidente del Colegio de Pedagogos Independientes, a ninguno le tomó por sorpresa, pero lo que sí no previeron fue que el día en que le celebraron el juicio, Marcos -el hijo mayor- se viera impedido de asistir, pues mientras esperaba junto a su madre para entrar al recinto judicial, fue detenido por la policía y encerrado en un calabozo. Iraida quedó sola sin ningún pariente o amigo en la Sala de Audiencias. Al escuchar el fallo de 20 años para su marido, Iraida no sabe qué se trastrocó en su cerebro y comenzó a gritar en pleno tribunal: “¡Libertad para Marcos, Libertad para Marcos!”. Afirma que estaba enloquecida pero que, gracias al furor que emanaba de ella, le devolvieron por lo menos a su hijo.
A Roberto le dieron una licencia extrapenal por razones de salud en junio de 2004, pero Iraida no disminuyó el activismo con nuestro grupo. Debido a eso, es desacreditada e infamada por la prensa oficialista y acosada por los acólitos del régimen: en agosto de 2006, durante el transcurso de un acto de repudio del que fue objeto, a su madre le subió la presión arterial y sufrió un derrame cerebral que le provocó posteriormente la muerte.
El año pasado su hija Elaide, residente en Miami, acompañada de su hijo y esposo, intentó visitar a sus padres. Hacía once años que no los veía y ellos no conocían al nieto.
Las autoridades cubanas les concedieron los permisos. La muchacha, colmada de alegría, realizó todos los trámites, gastó sus ahorros para pagar los documentos requeridos y llevar regalos. Al entrar al aeropuerto de La Habana, donde la esperaba su familia, sin dejarla saludarlos siquiera, la regresaron a EE.UU. cancelando la visita y sin mediar explicaciones de ningún tipo.
Mientras tanto Iraida y los demás se impacientaban porque no veían salir de la aduana a Elaide. Después de esperar por horas, fueron a preguntar a las autoridades migratorias. Las mismas le dijeron que habían revocado los visados de todos sus familiares, lo que fue confirmado un día después por un oficial de la policía política, quien le aseguró al matrimonio Miranda que jamás su hija entraría al país.
Este tipo de abuso es frecuente, los gobernantes cubanos como dueños absolutos del territorio nacional y de sus habitantes, se arrogan la facultad de decidir quién puede entrar o salir del suelo donde nació.
La gran mayoría de los cubanos residentes en el exterior, cuando viajan a la Isla, no quieren involucrarse con los disidentes, no quieren llevarles ni una carta, ni un pomo de medicinas, con tal de no irritar al gobierno. Y los que viven dentro tampoco se dan por aludidos acerca de las demandas del movimiento contestatario, ya que tienen que mostrar que son fieles defensores del proceso revolucionario, para que el régimen les permita seguir recibiendo a sus familiares y las remesas que éstos mandan.
O sea que, en tanto han liberalizado los viajes y el envío de remesas a Cuba, los que luchan dentro de la isla por la instauración de la democracia están cada día más desprotegidos y menos respaldados por los gobiernos de otras naciones.
El levantamiento de las restricciones de viajes de los cubanoamericanos a su tierra de origen, que habían sido impuestas como sanción al gobierno castrista por las altas condenas a 75 opositores pacíficos, se llevó a cabo en nombre del respeto a los derechos humanos sin tener en cuenta que la mayoría de esos opositores, continúan en prisión y que su único crimen fue tratar de ejercer esas libertades fundamentales.
Iraida me comenta: “Al igual que las otras mujeres de los presos, firmo cartas a organizaciones y reconocidas figuras internacionales, así como a primeros mandatarios del mundo. Pero cada día se intensifican más mis dudas: ¿habrá alguien que nos tome en cuenta?”

Giselita

Gisela Sánchez Verdecia tiene manos de maga, por lo menos eso dicen muchas mujeres que se arreglaban el pelo con ella. Pero, cuando la conocí había tenido que cerrar la peluquería que instaló en su vivienda porque, en los días posteriores a la detención de su esposo, la amplia clientela que atendía, había desaparecido como por un conjuro.

Más adelante se enteró cómo varias personas, pertenecientes al partido comunista, los CDR y la Federación de Mujeres Cubanas, fueron designadas por la Seguridad del Estado para explicarle a las clientas más asiduas cuan ignominioso sería seguir engordando el bolsillo de mercenarios al servicio del imperialismo.
Y es que Giselita, como la llamamos, está casada con Antonio Díaz Sánchez, coordinador del Movimiento Cristiano Liberación y uno de los protagonistas de la entrega en la Asamblea Nacional del Poder Popular de las 11 mil firmas recogidas entre la población para apoyar el Proyecto Varela, razones por las que el 19 de marzo de 2003, agentes de los órganos represivos allanaron y registraron durante horas su casa en busca de “evidencias”. Sus hijas Masiel de 4 años y Yenisel de 15, contemplaron, espantadas, el desmantelamiento de su hogar.
Después que Tony fue condenado a 20 años de privación de libertad, Gisela comenzó a participar en las actividades de las mujeres de los presos. Iba siempre acompañada de su cuñada y de su hija menor. La niña estaba muy angustiada por su padre y frecuentemente preguntaba ¿lo van a liberar? No había modo posible de dejarla en casa, ni aunque su madre renunciara a asistir a la iglesia, pues cuenta que la niña al levantarse los domingos la exhortaba ¿no vas a defender a mi papi hoy?
Gisela comenzó a preocuparse seriamente, ya que la hija mayor había necesitado ayuda especializada. Previamente al encarcelamiento de Tony, la maestra guía de Yenisel en una reunión del alumnado le preguntó si quería ser militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, a lo que la muchacha contestó que no, entonces la “educadora” elevando la voz inquirió ¿es tu padre de los derechos humanos? Y, dirigiéndose al resto de los estudiantes afirmó “es un contrarrevolucionario”.
Cuando Tony se enteró del incidente decidió hacer una carta a varias organizaciones de defensa de la niñez, pero su hija le pidió que no lo hiciera. Cedió y el día en que lo juzgaron la maestra fue a testificar en su contra, imputándosele interferencia en el correcto desarrollo ético de la menor.
El 20 de marzo de 2005 la policía política organizó el primer acto de repudio contra las Damas de Blanco. Más de 200 mujeres fueron movilizadas del sector de turismo
Dos días antes, en el segundo aniversario de la Primavera Negra, 44 damas habían realizado una caminata de varios kilómetros por calles populosas de la Habana. Este fue el detonante. El gobierno cubano no estaba dispuesto a permitir que el pueblo viera manifestaciones pidiendo libertad para los presos de conciencia. La gente se paraba a verlas y las alentaba. Había que dar un escarmiento. Los que se salgan del carril tendrán que enfrentar al pueblo enardecido, el mismo que vejó y golpeó a los que pretendían abandonar el país en la década del 80.
Fue a la salida de la Iglesia de Santa Rita, pero esperaron que se dispersaran los feligreses para interceptarlas. A la cabeza del grupo iba Masiel, la dama más blanca, la niña de 6 años de Antonio Díaz Sánchez y Gisela Sánchez Verdecia. Con su gladiolo en la mano y su cabecita alta.
Cuando la muchedumbre se acercaba gritando consignas, cuando rodearon a las 30 mujeres vestidas de alba, ellas se cerraron en un círculo para proteger a los niños y entonaron el himno “Virgen mambisa”. Los ojitos de Masiel estaban llenos de lágrimas pero cantó por su padre, por los presos, por la libertad.

Ada y Nélida


De Las Martinas, un lejano pueblito de la provincia de Pinar del Río, venían a nuestras actividades dos hermanas. Ambas se parecían hasta el punto que se me fusionan sus fisonomías en la memoria. Humildes y tímidas, apenas hablaban, pero su constancia era un recordatorio de la dimensión que puede alcanzar una mujer cuando su familia es agredida.
Eran la madre y la tía de Horacio Piña Borrego, sentenciado a 20 años de prisión porque pertenecía al opositor Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, afiliado a la Fundación Andrei Sajarov y al Movimiento Cristiano Liberación.
Ada y Nélida Borrego consumían sus vidas en los ajetreos de conseguir el condumio para sobrevivir; hacía ya tiempo ellas no creían en la “Revolución” ni en sus líderes, pero también estaban seguras de que el pueblo adormilado y desarmado no tenía posibilidad ninguna de derrocarla.
Tampoco creían en la oposición pacífica en la que se había enrolado Horacito. Su sapiencia campesina las llevaba a pensar que un gobierno afianzado en el poder por la fuerza y la violencia no podía ser vencido por medios pacifistas.
Pero todo esto lo rumiaban las hermanas mientras preparaban la sopa de la tarde. Por nada del mundo hubieran compartido estos pensamientos con gente ajena a ellas.
Sin embargo, la madre sentía en su pecho una alarma advirtiéndole que su hijo estaba en peligro, pero trataba de acallarla usando su sentido común de… “total, qué le van a hacer al niño si no ha hecho ningún sabotaje, ni tiene armas. En lo único que anda es en eso de los libros que le han sorbido el seso y hablando de los derechos humanos. No pueden agarrarlo por esa bobería”.
Por eso, cuando un tribunal espurio lo juzgó y sancionó, Ada se volvió retraída. Escapaba de la compañía de su marido para ir a cuchichear con su hermana e insultar en secreto a Fidel Castro.
Horacio fue ubicado en la cárcel de Canaleta en Ciego de Ávila, a más de 500 kilómetros de su hogar. Cuando se acercaba la visita reglamentada cada tres meses, Nélida viajaba a La Habana y hacia la cola en la terminal de ómnibus de La Víbora durante varios días con sus noches, durmiendo sobre cartones, para adquirir el pasaje de los 2 familiares adultos que el régimen carcelario autorizaba.
Una vez, una vecina se acercó a Ada con sigilo y le refirió que había oído en una emisora “contrarrevolucionaria” que las mujeres de otros presos detenidos junto con Piña se vestían de blanco y estaban protestando en las calles.
Las hermanas pensaron que era una enviada de la policía política para indagar sobre ellas. No obstante, escondidas en los confines del patio, bajo la mata de mango del marido, militante del partido comunista, se azoraron al escuchar, en un receptor de radio de onda corta, que era cierto lo que les habían contado.
Cavilaron por más de un año, hicieron averiguaciones y un día, venciendo sus miedos, caminaron a la gloria. Creían que caminaban hacia la marginación y el desprecio, creían que serían detestadas por sus amigos y vecinos, y lejos de eso, sus coterráneos se acercaron más a ellas y les brindaron su apoyo, y hasta muchos en el pueblo ahora dicen “qué cosa más bonita esa de las Damas de Blanco”.
Nélida, ya sin vacilaciones, continúa en las marchas haciendo honor a aquella promesa que ambas hermanas se hicieron un día.
Ada Borrego murió de cáncer el 2 de marzo de 2008, apenas dos semanas antes había caminado cientos de cuadras en una de las caminatas de las Damas de Blanco. ¡Cuánto sacrificio puede hacer una madre, enferma sin esperanzas, desgarrada por los dolores! Lo único con lo que ella soñaba era con ver a su hijo en libertad. No alcanzó su sueño pero su espíritu se pasea, todavía puesta la camiseta en la que lleva la efigie de su hijo Horacio Piña Borrego y un gladiolo en la mano, soplando coraje en los oídos de las mujeres de blanco.

Dolia

Después de casi 7 años todavía veo, en mis sueños, la antesala del Estado Mayor de la Seguridad del Estado, con sus largos bancos de madera y los grupos de familiares atemorizados, sin hablar apenas, rodeados de militares de caras hoscas y ojos torcidos, esperando durante horas la visita de 5 ó 10 minutos a la semana que nos permitían las autoridades. Al caminar por el vericueto de pasillos hasta la habitación designada para que se efectuara el encuentro, sentía que se me helaba la sangre, luego en ella, oía el sonar de cadenas y cerrojos: se acercaba mi esposo con un guardia que advertía: “sólo temas familiares, nada del proceso de instrucción”.
Una imagen recurrente de mis pesadillas es la de una mujer gritando, empujada por varios guardias y expulsada del recinto con violencia: esa mujer era Dolia Leal Francisco, esposa de Nelson Aguiar, condenado a 13 años porque es el presidente del Partido Ortodoxo Cubano.
El domingo siguiente a este suceso, la encontré en la Iglesia de Santa Rita recogiendo firmas para pedir la libertad de los detenidos.
Batalladora infatigable. Se ufanaba de ser, en ese momento, la dama de blanco con más edad y su rostro resplandecía cuando le aseveraban lo bien que lucía. No escatimaba ocasión para hablar de su esposo encarcelado y a veces teníamos que decirle: “¡Oye, ya nosotras sabemos eso! ¿Es que acaso Nelson es el preso más preso?” Porque había adoptado el papel de la prensa cubana que se nos negaba y donde quiera que llegaba, sea casa de un disidente o en la cola de la guagua, repetía sin desmayo su denuncia sobre las condiciones en que estaban las víctimas de la nueva ola represiva.
Esta fue, en realidad, la primera vía que usamos las damas de blanco para hacer conciente al pueblo de Cuba de lo que estaba pasando. De regreso de su primera visita a la penitenciaria de Guantánamo, adonde habían trasladado a Nelson después de la huelga de hambre que protagonizaron varios presos políticos en la prisión de Boniato, nos narró la siguiente anécdota:
Para trasladarse hasta el penal en las afuera de la ciudad, había que hacerlo en carretones tirados por caballos. Los carretoneros montaban hasta 15 personas y la mayoría tenía que viajar de pie bajo el ardiente sol. La gente apiñada, malhumorada y sudorosa hablaban en alta voz, se empujaban y decían groserías. De pronto la voz de Dolia se escuchó impaciente: “¡Pero qué barbaridad, hasta cuando Fidel Castro abusará de la paciencia del pueblo!”. Se hizo un silencio de muerte, sólo el repiqueteo de los cascos de los animales sobre el camino.
Ella sabe que se arriesga mucho, sabe que los cubanos están llenos de violencia; que gritan hasta desgañitarse al vecino que se cogió el último cubo de agua que quedaba en el tanque, se lían a golpes con el que en la cola de los huevos se saltó el turno, amenazan con matar al chofer del camello si se lleva la parada, en fin, que tantos años de humillaciones y de represión no nos han enseñado a encaminar nuestra cólera hacia el verdadero culpable, sino que nos peleamos unos contra los otros sin que nos atrevamos a enfrentarnos a quiénes, ya desde hace mucho, sabemos, los responsables de nuestras calamidades.
Dolia conoce todo esto pero no se amilana y con el cuello estirado y la cabeza alta transmite su información sobre los encarcelamientos de marzo, sólo se oye su voz, mira alrededor y su mirada choca con ojos asombrados, aterrados, huidizos.
Nos contó que llegó sola en el carretón a la cárcel, las demás personas se bajaron antes de que transcurriera el primer kilómetro después de su arenga. ¡Qué suerte que no estaba ningún agente de la policía política para organizar un mitin de repudio!
Cinco años más tarde vi por la televisión de Miami de nuevo a Dolia, arrastrada por mujeres policías para sacarla junto a otras nueve damas de blanco de la llamada Plaza de la Revolución, donde habían iniciado una acción para pedir la libertad de los prisioneros de opinión cubanos y protestar por el tratamiento inhumano que sufren en las prisiones.

Gladys

Hoy quiero recordar a Gladys Núñez Villalta, valerosa cubana que tendrá siempre un espacio en el corazón de muchas personas, porque en todo momento tuvo un pedazo de pan para el hambriento, un gesto de perdón para los aviesos y una palabra de ánimo para el desalentado.

Infortunadamente murió el 13 de septiembre de 2007 víctima del cáncer, que sólo la derrotó en los minutos finales, pues desde su lecho de enferma siguió dedicada a la causa a la que se había consagrado desde años antes. Me cuentan quienes la acompañaban y atendían cómo olvidada sus dolores físicos ante la indiferencia de los jefes de estado frente a las violaciones de los derechos humanos que se cometen en Cuba, y especialmente de intelectuales y artistas quienes bajo la bandera de la solidaridad respaldan a un gobierno que despoja a sus ciudadanos de sus libertades fundamentales, por tanto, no son solidarios con el pueblo cubano.
Gladys se inició en la oposición pacífica en 1987, en el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, luego se afilió al Comité de Madres Pro Amnistía de los Presos Políticos y se conviertió en una brava defensora de los derechos de la mujer.
Fue de las primeras que, sin tener ningún familiar preso, comprendió la justeza de nuestra causa y se unió a las actividades de las Damas de Blanco. En abril de 2004 creó el Frente Cívico Femenino, que entre sus objetivos fundamentales tenía, apoyarnos en nuestras caminatas por la ciudad de La Habana y lograr la incorporación de nuevas mujeres al grupo.
Su casa y su corazón permanecían dispuestos para instruir en la lucha pacífica y los derechos de nuestro género y su papel en el proceso hacia la democracia en Cuba, y para auxiliarse fundó una biblioteca independiente. Cargaba en su amplio bolso revistas, boletines, volantes en los que se hablaba de los condenados en la ola represiva de 2003 y de un futuro democrático para los cubanos. También muchas veces traía frascos de vitaminas, medicinas y alimentos, que organizaciones solidarias nos hacían llegar.
Nada consiguió anularle su determinación para continuar en la oposición: ni la falta de recursos ni las amenazas de los agentes de la policía política, ni siquiera la maledicencia de algunos “opositores” que, sabiéndola grande, trataron de desacreditarla entre sus propios hermanos de lucha, y es que sabían que a ella sólo le importaba el bien de su patria, que al fin al cabo sería el bien para los suyos.
Gladys cobijaba en su apariencia sencilla una especial sabiduría. En una conversación que sostuvimos mientras caminábamos juntas de regreso de la iglesia de Santa Rita, me explicó como las mujeres sufrimos doblemente la falta de libertades cívicas, que “el gobierno cubano es machista” a pesar de su propaganda y sus aseveraciones de lo contrario, y que nosotras teníamos que buscar un papel protagónico en el proceso de lucha por la democracia para que la igualdad de ambos sexos fuera una realidad y no una esperanza.
Su hogar albergó a esposas y familiares de los prisioneros políticos, en sus visitas a La Habana para participar en las acciones de las Damas de Blanco, compartiendo sus escasas provisiones tanto como su ardor por la libertad. Un día pasé por allí para entrevistarme con la esposa de Normando Hernández, que había viajado a La Habana desde la ciudad de Vertientes en Camagüey, con el objetivo de conocer nuestro grupo. Ellos tienen una niña extremadamente inquieta. Gladys se hizo cargo de la bebé, la alimentó y cuidó en tanto su madre y yo conversábamos sobre nuestros propósitos e intercambiábamos informaciones sobre la cárcel. Y es que tenía, como ella misma decía, un compromiso emocional con las circunstancias de las cubanas.
Durante años trabajó con las mujeres exiliadas de la organización MAR por Cuba, quienes a través de ella nos hicieron llegar su soporte, tanto espiritual como material, a la vez que divulgaron por todo el mundo el surgimiento de nuestro movimiento y la situación de los presos políticos cubanos. Gladys grabó e hizo llegar a esta organización, los testimonios de los familiares de los prisioneros de la Primavera Negra de Cuba, que luego fueron llevados a la XII Conferencia de Primeras Damas y Representantes de Jefes de Estado en Santo Domingo, República Dominicana, en 2003 y los que se presentaron en el Foro Paralelo a la Conferencia de las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza, en 2004. Fotografió y filmó muchas de nuestras actividades de los primeros meses y gracias a ella y a Silvio, su esposo, tenemos memoria gráfica de esos acontecimientos. Quizás ahora no sean importantes, pero cuando se arme la historiografía del movimiento contestatario cubano, esta pequeña contribución de Gladys revestirá su verdadera importancia.

Catalina

El médico cubano Marcelo Cano fue condenado a 18 años de prisión durante la Ola Represiva del 2003. En esos momentos fungía como coordinador del Colegio Médico Independiente de Cuba. Su esposa nunca se incorporó a las Damas de Blanco. Dicen que tiene una niña y quizás por eso no tuvo tiempo, o quién sabe por qué.

Pero Marcelo tiene una tía que lo representa con honra: Catalina Cano, linda viejecita, que todos los domingos encamina sus pasos hacia la iglesia de Santa Rita de Casia para pedirle a la patrona de los imposibles que libere al que, desde hace mucho tiempo, adoptó como hijo. Cuando habla de él se le nubla la mirada, pero rápidamente recobra el ánimo: “Luchar junto a las Damas me ha transformado, la vejez sólo la siento en la piel, porque mi alma y mi corazón se han vuelto jóvenes para dedicarme a la causa de los presos políticos cubanos”, me comentó un día caminando al frente de una marcha.
Viuda desde hace más de dos lustros, tampoco tuvo hijos, pero ha podido encontrar una cura para su soledad. Sabe que las Damas de Blanco son sus hermanas y que nunca están demasiado lejos cuando de ellas requiere. Y es que siente menos el desamparo en que la dejó el gobierno, desamparo que padecen casi 2 millones de cubanos que han llegado a la tercera edad, imposibilitados para acumular un patrimonio propio, que viven en condiciones precarias, calculando día a día los exiguos recursos con que cuentan para sobrevivir. Pidiendo limosnas o vendiendo en la calle baratijas y cigarros, acosados por la policía, aplastados por la muchedumbre al abordar el transporte público, paliando sus enfermedades en establecimientos de salud desprovistos y mugrientos, y sin acceso a servicios de oftalmología, de odontología o equipos médicos para discapacitados como bastones, muletas y sillas de ruedas. Y sobre todo, humillados y discriminados por el estado que se vanagloria de darles una vejez digna.
Pero Catalina ha vivido suficiente para poder establecer las diferencias con el pasado y valorar la justicia de las ideas que defienden los opositores pacíficos. Incorporarse a las Damas de Blanco fue un verdadero reto, porque supo siempre que el régimen no haría ninguna diferencia con ella debido a su edad y que sufriría el mismo castigo que las otras. Ella ha padecido también las amenazas, el acoso y los mítines de repudio orquestados por la Seguridad del Estado. Pero nada amedrenta a esta anciana valerosa: cada día de visita, arrastra su bolsa de provisiones hasta la lejana Cienfuegos, ciudad donde está ubicada la cárcel de Ariza, en la que se encuentra encerrado su sobrino.
Ya no siempre puede participar en las largas caminatas que hacen las Damas de Blanco, han transcurrido 6 años y cada día el dolor de sus rodillas se hace más penoso y más arduo ponerse al paso de las otras, pero a la salida de la misa espera, amparada de los rayos del sol por su sombrilla, a que sus compañeras realicen la tradicional caminata por el paseo de la 5ª Avenida para reunirse con ellas.
Cada segundo domingo de mayo, las Damas de Blanco ofrendan a la Virgen María y a Santa Rita de Casia sendos ramos de gladiolos, que son entregados en el altar por las miembros cuyo vínculo con el preso es el de ser su madre, aquellas que a pesar de su edad avanzada y de sus achaques concurren regularmente a homenajear a sus hijos. Laura Pollán, líder del movimiento, me dijo: “Elegimos a Catalina, porque para nosotras ella es la madre de Marcelo Cano”.
En diciembre del 2008, las Damas rindieron un pequeño homenaje a Catalina Cano, de 81 años, y a Petra Serafina Díaz, de 86, por ser las Damas de Blanco de mayor edad y mantenerse vinculadas al grupo desde sus inicios.

Magalis


La incorporación de los familiares de los presos políticos a las Damas de Blanco fue un proceso lento. Algunas de nosotras viajamos a diferentes pueblos del interior de la Isla para visitar a las esposas y alentarlas a que se unieran al grupo. Esto en Cuba resulta peligroso, pues el gobierno puede acusarte de un delito tipificado en el Código Penal Cubano como “incitación para delinquir”.

Transcurrían los últimos días de 2003. Habíamos concebido nuestra reunión mensual para intercambiar experiencias y noticias sobre los presos políticos, avisar sobre las visitas a las cárceles en ese período y compartir medicinas y alimentos. Aunque ya el movimiento se había incrementado, todavía muchas mujeres no asistían a las reuniones por miedo, por falta de información o por falta de recursos para trasladarse hacia la capital.
Magalis Broche estaba en el último grupo. Vive en Camajuaní, un pueblito cercano a Santa Clara. Se había enterado por Radio Martí que realizamos estos “Té literarios” los días 18 de cada mes y llamó por teléfono para que supiéramos que podíamos contar con su apoyo y que pronto viajaría a La Habana para conocernos personalmente.
Ella es la esposa de Librado Linares, presidente del Movimiento Reflexión, condenado a 20 años de prisión el 4 de abril de 2003. Linares está muy enfermo y su estado se deteriora más cada día por las condiciones carcelarias. El pasado 18 de julio, las Damas de Blanco hicieron un ayuno y una marcha para “llamar la atención dentro y fuera de Cuba acerca de la situación de salud en la que se encuentran los presos políticos más enfermos…”, entre los cuales está Librado.
Tienen un hijo que ya tiene 11 años: César.
Conversando con Magalis recordé que, cuando mi esposo fue encarcelado en la misma causa, a nuestro hijo Gabriel le hicieron un test en la escuela para constatar si estaba “penetrado por las ideas de su progenitor”, pero afortunadamente según me contaron el único problema que tuvo fue que escribió una oración que decía “Mi padre es un héroe”.
Me duele el hijo de un hombre que ama la paz y que cumple prisión por aspirar a que su pueblo la disfrute, rodeado de vocecitas infantiles gritando consignas que incluyen conceptos como guerra, mafia cubana, trinchera. Lo veo luchar contra las burlas o las agresiones de sus compañeritos de escuela. Puedo imaginarme la confusión del pequeño mirando repetirse en las paredes de su aula la foto de Fidel Castro, responsable de su tragedia familiar, o quizás preguntándose qué enorme fechoría llevó a su papá a la cárcel. Han pasado 6 años y ahora comprende mejor, a pesar de la propaganda de descrédito de las autoridades cubanas. Magalis me dice “es bastante triste lo que nos ha tocado, pero nuestro hijo me agradecerá toda su vida el padre que escogí para él”.
¿Y cómo se desenvolverá la evaluación de César en el denominado “Expediente acumulativo”?, documento que los maestros tienen que completar de cada estudiante y que incluye la participación en las actividades políticas, sus tendencias ideológicas, el ámbito social y familiar en el que se mueve. Este documento será cantera para el otorgamiento de honores, escuelas, carreras universitarias y futuros empleos.
Cada 6 de enero, César asiste a la pequeña fiesta de Reyes que celebran Las Damas de Blanco para los hijos y nietos de los presos políticos. Allá se siente más animado porque sabe que la mayoría de los niños que están en la reunión comparten el mismo dolor. Pero César le escribe a su Papi: “Eres el hombre más bueno del mundo por eso tengo muchas ganas que regreses a casa. Tengo tantas ganas que vengas que prefiero no tener juguetes a cambio; que vengas para siempre… sí, que acabes de venir ya”.

Nancy


Lo que mejor recuerdo de Nancy Alfaya es su fe religiosa. Es una fervorosa practicante en la Iglesia Pentecostal donde, actualmente, transcurre buena parte de su vida. Pero la conocí en la antesala del cuartel de la policía política, mientras ambas esperábamos los 5 minutos de visita que nos asignaban las autoridades para ver a nuestros esposos durante los procesos de instrucción de cargos que los llevaron a presidio en la Primavera de 2003.Días más tarde, mientras transcurría el juicio, Nancy no cesó de repetirme que Dios estaba con nosotros y que nada podría vencernos y que seguro nuestros maridos estarían pronto en libertad. Recuerdo los labios de Nancy moviéndose rápidamente sin emitir sonido, en lo que supuse sería un rezo desesperado.

Su esposo Jorge Olivera se portó valiente en el juicio y sigue portándose del mismo modo, después de haber salido de la prisión con una licencia extrapenal por enfermedad en diciembre de 2004: a pesar de las reiteradas amenazas de los gendarmes de los Castro de encarcelarlo de nuevo, no ha dejado de hacer el periodismo por el que fue condenado a 18 años el 4 de abril de 2003.
Cuando Olivera, al que el gobierno americano había otorgado una visa de perseguido político, salió de prisión, pidió a las autoridades migratorias cubanas el permiso de salida definitiva del país. En cualquier lugar del mundo democrático, solo tendría que sacar un pasaje, pero en Cuba los trámites para viajar transitoria o permanentemente al extranjero, requieren la aprobación del Ministerio del Interior y ésta puede ser negada o nunca contestada.
Las leyes migratorias cubanas, lejos de ser las regulaciones razonables de un estado moderno, son recursos usados con desparpajo para intimidar y someter a los ciudadanos a los caprichos de la tiranía. Percatado de que los cubanos tienen la filosofía de los confinados en campos de concentración, es decir, el enfrentamiento a los represores es suicida, escapar lejos de ellos es la solución; el gobierno manipula a las personas a su antojo y las obliga a mantener la máscara de su adhesión al régimen hasta el último minuto. Un hombre, o una mujer, que logra ganar el sorteo de visas de E.U., adquiere instantáneamente otra categoría y los demás lo miran con envidia o con admiración, pero a este elegido le queda un largo camino que transitar todavía: el del permiso de salida de Cuba. Para obtenerlo, tiene que asistir a las reuniones de los CDR y la FMC y estar de acuerdo con lo que se plantee en ellas, además insistirá en que su pretensión de abandonar el país no es nada política y mucho menos falta de patriotismo, solamente buscar un alivio económico.
A lo largo de 50 años la dictadura de los Castro ha separado familias enteras, sin distinguir entre padres e hijos o esposas y esposos y en un prepotente acto de irrespeto a los derechos de los cubanos, también, a su arbitrio, niega la entrada a la tierra donde has nacido. Como es de imaginar los opositores políticos que se acogen al programa de refugiados de los E.U. son castigados a permanecer en la incertidumbre de si podrán o no rehacer sus vidas de nuevo.
Las Damas de Blanco han realizado gestiones para salir temporalmente de Cuba, en diversas ocasiones en que han sido invitadas por organizaciones defensoras de derechos humanos para participar en forums internacionales, o recibir premios como el Sajarov del Parlamento Europeo o el premio a la defensa de los derechos humanos de Human Rights First. En todos los casos, las autoridades cubanas las han sometido a innumerables trámites burocráticos y finalmente, no han dado respuesta a su petición. También a solicitudes de salida temporal por razones personales, que han hecho algunas de las componentes del grupo, se ha negado el gobierno cubano sin argumentar nada.
A Jorge Olivera y los suyos los han tratado de resquebrajar: le han propuesto a Nancy que viaje sola, o que lleve a sus hijos con ella. Pero Nancy se ha mantenido inalterable, su amor no es negociable y sus creencias la fortalecen: “para los agentes de la Seguridad del Estado que no creen en Dios, sería muy fácil hacer lo que me proponen que haga yo, pero Dios hizo a la familia para estar unida, estaré con Jorge y mis hijos aquí o allá, pero juntos”.

Alejandrina

Cuando Diosdado González Marrero, condenado durante los arrestos de marzo de 2003 a 25 años de prisión, fue detenido en su casa de El Roque, pueblecito aledaño a Perico en la provincia de Matanzas, era el presidente de un grupo pacífico de defensa de los derechos humanos llamado “Paz, Amor y Libertad”. La Seguridad del Estado y las fuerzas policiales que la acompañaban tuvieron que derribar la puerta, porque Diosdado y su familia se negaron a dejarlos pasar.
Desde entonces Alejandrina González de la Riva, su esposa, asumió los deberes de madre y padre para su hogar y sus hijos. A través de Radio Martí se enteró de que un grupo de mujeres en La Habana caminaban por la 5ª Avenida de la Habana, en protesta por el encarcelamiento de sus hombres, y hacían declaraciones y denuncias a la prensa extranjera, porque los medios masivos de comunicación en Cuba están en manos del gobierno totalitario que los maneja a su antojo censurando la información al pueblo. Alejandrina vio en las Damas de Blanco una forma de homenajear a aquel que la enseñó, con su ejemplo, a vivir con honor.
Llamé por teléfono a Alejandrina porque supe que Diosdado se había declarado en huelga de hambre y líquido. Ella está muy angustiada pero serena.
Me dice que a pesar de las torturas a las que está sometido continuamente, su esposo no se ha debilitado, al contrario, lo ha fortalecido moralmente.
La primera forma de tortura fue el encarcelamiento injusto de esos hombres y ubicarlos en cárceles muy lejanas a sus lugares de residencia. Alejandrina me cuenta cómo se preocupa Diosdado por los viajes tan largos y costosos que tiene que hacer su familia para ir a verlo, por cómo ella ha tenido que manejar sola la casa, conseguir el alimento y criar a los hijos, cuando se enferman cómo lograr las medicinas, cuando tienen un problema en la escuela cómo se las arregla para resolverlos. Sufre Diosdado cuando se entera de los actos de repudio que le hacen a su mujer, de los golpes que le han dado las turbas instigadas por la Seguridad del Estado y que él no está ahí para protegerla y defenderla. Solo en su celda de castigo, se pregunta si ella siente miedo ahora, se desespera por el peligro que corre a diario.
A Diosdado lo han torturado físicamente también: le esposaron las manos y los pies y lo golpearon, sin ningún motivo, sólo con el fin de hacerlo deponer la actitud orgullosa del que sabe que está en el lado de los buenos.
Durante estos 6 años de cautiverio, se ha negado a ponerse el uniforme de preso común porque él no lo es. El gobierno cubano se niega a darles a los prisioneros políticos cubanos el estatus de presos políticos, y a la vez multiplica las penalidades propias de las cárceles para ellos. Por exigir un tratamiento decoroso, a Diosdado lo trasladaron a una celda tapiada de castigo y, cuando en protesta por esta nueva medida se declaró en huelga de hambre, el segundo jefe de la unidad le retiró los pomos de agua en los que los presos almacenan el agua para beber.
Desde ese día se declaró en huelga de hambre y líquidos, está exigiendo que se le respete como prisionero político y que se le trate dignamente.
Alejandrina no ha dejado de denunciar a instancias gubernamentales cubanas, a organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos y a la prensa internacional los tratamientos crueles y degradantes que soportan los presos políticos cubanos, en celdas de aislamiento o en pabellones de hacinamiento, donde el calor se hace insoportable y los presos comunes, a cambio de beneficios prometidos por la policía política, los molestan y provocan. Donde escasea el agua, pululan insectos y ratas y los alimentos están podridos. Los presos políticos son, en mayor medida, víctimas del maltrato y las groserías de los guardianes.
Alejandrina ha sido víctima de los actos de repudio allá en su región natal y arrastrada por las calles por individuos dirigidos y adiestrados por las fuerzas represoras. Pero ella me cuenta que esa gente no son sus vecinos, ni sus conocidos, ni siquiera funcionarios de instancias municipales, sino que son gente traída en ómnibus de otros lugares, porque los sicarios del régimen no son capaces de movilizar a las personas que conocen a la familia de los González Marrero.
Los que conocen a Alejandrina la admiran y la respetan, muchos se acercan a ella para estimularla a seguir luchando. La apoyan con abastecimentos para que le lleve a su esposo a la cárcel y le mandan su solidaridad. Me cuenta que, un día un señor que había estado muy comprometido con el sistema, se le había acercado y le dijo: “usted está haciendo lo que la mayoría de los cubanos quisiéramos hacer, sólo que tenemos mucho miedo, mucho escepticismo”. Y entonces Alejandrina le contestó: “Pues nosotras, las Damas de Blanco, le estamos enseñando al pueblo que sí se puede enfrentar al Gobierno de los Castro en defensa de nuestros derechos. La oposición es pacífica pero tiene que ser desafiante.”
Y termina su narración con una mezcla de tristeza y satisfacción: “nuestra familia extraña mucho a Diosdado, pero él ha sido el ejemplo de coraje y dignidad que nosotros seguimos.”

jueves, 18 de marzo de 2010

María Elena

María Elena Alpízar es tan alta que llega al cielo. Era periodista independiente del Grupo Decoro, nos hacía reír contándonos que cuando venía a La Habana a las reuniones, mi marido se subía en una silla para dirigirse a ella.
Fue quien nos llamó Damas de Blanco por primera vez, en una crónica que escribió el 22 de mayo de 2003.
No tenía familiares presos, pero había sufrido la cárcel allá por la década de los 60por oponerse al régimen.
Viajaba con frecuencia de su natal Placetas a encontrarse con nosotras e incontables son las veces que estuvo detenida o que los agentes de la Seguridad del Estado de Cuba la obligaban a montarse en un carro y luego la abandonaban al borde de una carretera a cientos de kilómetros de su casa.
Estuvo la primera vez que nos atrevimos a salir de los alrededores de la Iglesia de Santa Rita. Siempre se efectuaban las marchas por el paseo de la 5ª avenida a la salida de la misa y supuestamente protegidas por las miradas de los feligreses que salían también del recinto religioso. Nos apresurábamos, porque creíamos que el gobierno cubano no se atrevería a abusar de mujeres a la vista de diplomáticos y periodistas extranjeros que acudían a la parroquia.
Sucedió justo durante el primer aniversario de la brutal represión desatada por Fidel Castro contra sus opositores. Durante días y muy secretamente, sólo las más allegadas estaban al tanto de lo que se iba a hacer, preparamos los homenajes, cosimos una imitación de la bandera cubana pero sin la estrella, el color rojo lo pusimos en forma de listón para que no pudieran acusarnos con el delito de “ultraje a los símbolos patrios” y sobre este escribimos “libertad para los 75”. Dos listas azules y dos blancas y en estas últimas pegamos las fotos y los nombres de los 75 encarcelados de la Primavera Negra.
Hasta bien entrada la noche se quedaron las más habiles para que al otro día pudiéramos enorgullecernos de ver colgando en una pared de la sala de Laura Pollán nuestro estandarte.
Las puertas y las ventanas fueron abiertas y se arremolinó la gente para ver la tela. Entonces no nos conocían dentro de Cuba.
Al otro día 19 de marzo nos citamos para la heladería Coppelia de donde partiríamos, muertas de miedo pero decididas, a la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones y luego a la Asamblea Nacional del Poder Popular a pedir la libertad de nuestros familiares.
Mientras gritábamos libertad, libertad, yo con la mano de mi hijo fuertemente apretada, me decía para mis adentros: “Ahora sí se nos fue la catalina, nos van a meter presas a todas”.
Éramos 16 mujeres: Laura Pollán, Loida Valdés, Dolia Leal, Gisela Sánchez y su cuñada Vilma Portales, Mireya Pentón, Marcela Sánchez, Caridad Noa y la madre de su esposo Felicia Espinosa, Bárbara Rojo, Margarita Borges, Berta Soler, Matilde Jerez, Isabel Ramos, María Elena Alpízar y yo.
Por su posición frontal al régimen cubano María Elena padeció la separación de sus hijos que vivían en Venezuela y a los que “en 25 años, 6 meses y 27 días” no pudo ver. Soñaba con reunirse con ellos, pero los oficiales de emigración le contestaron a su demanda “que Chávez no quería contrarrevolucionarios allá”. A los 65 años pudo emigrar a los Estados Unidos, donde ha continuado su apoyo a los opositores cubanos y desde donde, cuando puede, de la pensión que recibe para vivir, todavía “saca algo para los hermanos” que dejó en el suelo patrio.

Milka


Un día sentimos unos toques apremiantes a la puerta de casa de Laura Pollán. Al abrir, una mujer morena casi se desmorona bajo el dintel. Era Milka María Peña Martínez, sudorosa y sedienta, con su bebita de pocos meses apretada contra el pecho, pero feliz de habernos encontrado.
Había recorrido los casi 700 kilómetros que separan su hogar en Puerto Padre, al oriente de la Isla, de la Cárcel Combinado del Este donde estaba recluido en ese momento su esposo Luis Enrique Ferrer García, quien cumple 28 años de prisión, la condena más alta impuesta entre los miembros del grupo de los 75.
Hablaba atropelladamente, como si pensara que le impedirían decir todo lo que quería: había oído de nosotras y Osvaldo Payá -coordinador del Movimiento Cristiano Liberación- le indicó como encontrarnos; nos contó que le había traído a Luis Enrique su hija para que la conociera, pues ella estaba embarazada cuando lo detuvieron, pero que las autoridades del penal sólo le permitieron verla unos minutos; nos habló de su pleito con los funcionarios del registro civil para ponerle a la pequeña el nombre de María Libertad.
Todavía no se incorporaría totalmente a nuestro grupo ni iría a la Iglesia de Santa Rita, pero no por miedo, nos recalcó, sino que necesitaba recuperarse del parto y amamantar a la niña.
Y de verdad, es una mujer muy brava la media naranja de Luis Enrique, quien en el transcurso del juicio invitó a sus jueces a firmar el proyecto Varela del cual era promotor.
Yo no lo conocí personalmente a él, aunque sí hablamos alguna vez por teléfono. Un día escuché una grabación de una llamada telefónica suya, desde la cárcel. Era el 20 de mayo, 107 aniversario del nacimiento de la república cubana y quería enviar su mensaje de homenaje a la efeméride. Cuando los guardias del penal trataron de impedírselo se amarró al aparato y oímos como los guardias forcejeaban para quitárselo, mientras él, haciendo caso omiso a los golpes, trasmitía sus palabras.
Inmediatamente pensé en su mujer, porque estoy segura así reaccionaría ella en situación semejante.
En mi trabajo con las Damas de Blanco desde el exilio he tenido muchos anécdotas, pero una que me causó risa y a la vez admiración fue cuando una de las “mulas”, que llevaba provisiones a Puerto Padre, llamó por teléfono espantado diciendo que esa “guajira estaba loca”, que en la casa de tablas y zinc donde vivía, tenía carteles que rezaban: ¡Viva el Proyecto Varela! ¡Libertad para los prisioneros de conciencia! y que él no llegaba hasta allí ni aunque le pagaran una fortuna.
Milka enfrenta el desafío de criar a su hija sola. María Libertad aprendió a leer con las cartas de su papá y ahora ya ella también puede enviarle notas a la prisión. Ha crecido entre viajes al presidio y a La Habana a las actividades de las Damas de Blanco. Desde que pudo caminar porta un gladiolo en su mano y camina junto a su madre pidiendo la libertad de los presos políticos.
Pero esta chiquilla procede de una familia de valientes. Los Ferrer son tres hermanos que en la zona de Santiago de Cuba son bien conocidos por la población por su coraje y enfrentamiento al gobierno: Luis Enrique, José Daniel y Ana Belkis, quien ha dedicado su vida a defender la de sus hermanos. La madre de los Ferrer tiene que sentirse muy orgullosa de haber entregado, como Mariana, tres hijos a la Patria, y por si fuera poco una nuera.
María Libertad encara, como su hermana mayor, el estigma asociado con tener a su padre encarcelado, y aun más por una causa política que en Cuba es un delito tratado con la mayor severidad reglamentada. Sin embargo, le corresponde el orgullo de ser descendiente de una pareja valerosa que por su tesón y decoro son parte de la historia de nuestras luchas libertarias. Esa es la certeza que la sostendrá en estos años de abnegación y dolor.

Julia


A Julia Núñez la conocí antes de los sucesos de la Primavera Negra de Cuba, en una recepción que el 15 de enero de 2000, Vicki Huddleston, entonces embajadora de EE.UU en La Habana, ofreció por el aniversario del nacimiento de Martin Luther King. Recuerdo, diáfanamente, mi pánico cuando a los pocos días la Mesa Redonda de la Televisión Cubana acató como tema esta reunión y nombró a todos los “cabecillas contrarrevolucionarios” que habían asistido, endilgándoles los más oprobiosos comentarios. Julita no era una activista de la oposición pacífica, pero padecía como yo, los temores de estar casada con uno de ellos.
Tres años después, su esposo Adolfo Fernández Saíz, traductor y periodista independiente dentro del movimiento opositor cubano, una de las figuras más respetadas, fue detenido y condenado en juicio sumario a 15 años de prisión.
Julita es modesta y de una firmeza inalterable. No es de las damas más conocidas, sin embargo ha participado siempre en cada marcha, en cada protesta, en cada reunión. Ha estado desde esos primeros días en que no soñábamos ser conocidas internacionalmente, ni ganar premios.
Después que nuestra familia se estableció en Miami, continué el contacto frecuente con las Damas de Blanco. Generalmente llamaba a Julita por la mañana, pero ella casi nunca se encontraba en casa. Un día se lo reproché llamándole “callejera”. Ella entre risas me explicó: “parece que ya has olvidado lo penoso que resulta conseguir los alimentos en Cuba. Cuando comienzo el día, en lo primero que pienso es qué cocino, cómo cumplo con esta titánica faena”. Nos reímos ambas y quedé pensando en las dificultades que afrontan mis amigas.
En Cuba se padece la congoja cotidiana de despertar y pensar, no en la libertad ni en el futuro, sino en cómo sobrevivir: cuando una persona decide comportarse sin máscaras y defender los derechos de sus compatriotas, no sólo arriesga su propia vida y su libertad, también la estabilidad de los suyos que pasan, del mismo modo, a convertirse en marginados sociales. Por ende, se padece no sólo la discriminación y el atropello del gobierno, sino que se dificulta aún más conseguir las provisiones, pues los vendedores del mercado negro, mayor fuente para conseguirlas, huyen de tí y de tu casa como de una peste, pues conocen la vigilancia a que son sometidos los opositores pacíficos.
Las mujeres de los presos añaden a esta carga, la necesidad de acopiar provisiones en suficientes cantidades para dos o tres meses, período establecido por las autoridades cubanas para la entrega de la indispensable “jaba” a los prisioneros políticos: sábana, toalla, jabón, cuchilla para afeitarse, peine no porque los pelan al rape, frazada para limpiar el piso, cloro o aromatizante para limpiar la celda para que puedan aliviarse un poco de los horribles hedores. Hay que llevarle comida que se conserve por tres meses sin refrigerar: galletas, pan tostado, frutas secas, dulces en conservas, leche en polvo y azúcar.
Y todos estos avituallamientos cuestan días y días, largas caminatas por las tiendas en divisas y por los contactos del mercado negro para conseguirlos.
Después, cuando sea la fecha de la visita y con un boleto que te haya costado interminables días y noches de espera en las estaciones de ómnibus o trenes reservarlo, pues te irás cargada con el enorme peso de los suministros y el corazón palpitando porque, si la Seguridad del Estado te deja, podrás ver a tu ser querido.
También se llevan libros a las presos, único esparcimiento que se les permite. Estos libros son cuidadosamente inspeccionados por los guardianes carcelarios para evitar que se introduzca cualquier tipo de “literatura no acorde con los principios revolucionarios”.
Los Fernández Saíz son profundamente católicos. Cuando Adolfo fue encarcelado, su familia le llevó en las primeras visitas la Biblia y otras obras de carácter religioso, pero las autoridades carcelarias se negaron a dejar entrar tales “libelos”. Fue una lucha larga. Pero finalmente cedieron, sólo que incluyeron dentro del peso permitido de la jaba, que era de 30 libras, el peso de los libros que se le entraban al prisionero. También esa medida arbitraria venció Julita.
Y Adolfo, en una cárcel de Ciego de Avila, vence a sus verdugos, confortado por Dios.