viernes, 19 de marzo de 2010

Gladys

Hoy quiero recordar a Gladys Núñez Villalta, valerosa cubana que tendrá siempre un espacio en el corazón de muchas personas, porque en todo momento tuvo un pedazo de pan para el hambriento, un gesto de perdón para los aviesos y una palabra de ánimo para el desalentado.

Infortunadamente murió el 13 de septiembre de 2007 víctima del cáncer, que sólo la derrotó en los minutos finales, pues desde su lecho de enferma siguió dedicada a la causa a la que se había consagrado desde años antes. Me cuentan quienes la acompañaban y atendían cómo olvidada sus dolores físicos ante la indiferencia de los jefes de estado frente a las violaciones de los derechos humanos que se cometen en Cuba, y especialmente de intelectuales y artistas quienes bajo la bandera de la solidaridad respaldan a un gobierno que despoja a sus ciudadanos de sus libertades fundamentales, por tanto, no son solidarios con el pueblo cubano.
Gladys se inició en la oposición pacífica en 1987, en el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, luego se afilió al Comité de Madres Pro Amnistía de los Presos Políticos y se conviertió en una brava defensora de los derechos de la mujer.
Fue de las primeras que, sin tener ningún familiar preso, comprendió la justeza de nuestra causa y se unió a las actividades de las Damas de Blanco. En abril de 2004 creó el Frente Cívico Femenino, que entre sus objetivos fundamentales tenía, apoyarnos en nuestras caminatas por la ciudad de La Habana y lograr la incorporación de nuevas mujeres al grupo.
Su casa y su corazón permanecían dispuestos para instruir en la lucha pacífica y los derechos de nuestro género y su papel en el proceso hacia la democracia en Cuba, y para auxiliarse fundó una biblioteca independiente. Cargaba en su amplio bolso revistas, boletines, volantes en los que se hablaba de los condenados en la ola represiva de 2003 y de un futuro democrático para los cubanos. También muchas veces traía frascos de vitaminas, medicinas y alimentos, que organizaciones solidarias nos hacían llegar.
Nada consiguió anularle su determinación para continuar en la oposición: ni la falta de recursos ni las amenazas de los agentes de la policía política, ni siquiera la maledicencia de algunos “opositores” que, sabiéndola grande, trataron de desacreditarla entre sus propios hermanos de lucha, y es que sabían que a ella sólo le importaba el bien de su patria, que al fin al cabo sería el bien para los suyos.
Gladys cobijaba en su apariencia sencilla una especial sabiduría. En una conversación que sostuvimos mientras caminábamos juntas de regreso de la iglesia de Santa Rita, me explicó como las mujeres sufrimos doblemente la falta de libertades cívicas, que “el gobierno cubano es machista” a pesar de su propaganda y sus aseveraciones de lo contrario, y que nosotras teníamos que buscar un papel protagónico en el proceso de lucha por la democracia para que la igualdad de ambos sexos fuera una realidad y no una esperanza.
Su hogar albergó a esposas y familiares de los prisioneros políticos, en sus visitas a La Habana para participar en las acciones de las Damas de Blanco, compartiendo sus escasas provisiones tanto como su ardor por la libertad. Un día pasé por allí para entrevistarme con la esposa de Normando Hernández, que había viajado a La Habana desde la ciudad de Vertientes en Camagüey, con el objetivo de conocer nuestro grupo. Ellos tienen una niña extremadamente inquieta. Gladys se hizo cargo de la bebé, la alimentó y cuidó en tanto su madre y yo conversábamos sobre nuestros propósitos e intercambiábamos informaciones sobre la cárcel. Y es que tenía, como ella misma decía, un compromiso emocional con las circunstancias de las cubanas.
Durante años trabajó con las mujeres exiliadas de la organización MAR por Cuba, quienes a través de ella nos hicieron llegar su soporte, tanto espiritual como material, a la vez que divulgaron por todo el mundo el surgimiento de nuestro movimiento y la situación de los presos políticos cubanos. Gladys grabó e hizo llegar a esta organización, los testimonios de los familiares de los prisioneros de la Primavera Negra de Cuba, que luego fueron llevados a la XII Conferencia de Primeras Damas y Representantes de Jefes de Estado en Santo Domingo, República Dominicana, en 2003 y los que se presentaron en el Foro Paralelo a la Conferencia de las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza, en 2004. Fotografió y filmó muchas de nuestras actividades de los primeros meses y gracias a ella y a Silvio, su esposo, tenemos memoria gráfica de esos acontecimientos. Quizás ahora no sean importantes, pero cuando se arme la historiografía del movimiento contestatario cubano, esta pequeña contribución de Gladys revestirá su verdadera importancia.

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